Cuando me enteré que el movimiento #NiUnaMenos llegaba a mi país, decidí marchar. Marché con mujeres que vieron la oportunidad de reivindicación de una sociedad machista. Con quienes expusieron a la vida las razones del dolor guardado. Con todas aquellas que pensaron que eran las únicas a las que les pasó. Liberando los golpes, los maltratos, los acosos, las palizas. Con miles de mujeres que nunca soñaron con tener la oportunidad de destapar las heridas en público. De arrancar el parche y mostrar el dolor. Con chicas que gritan que es injusto que se les pague la mitad o menos en el trabajo sólo por ser mujer.
Marché con mis propios recuerdos. “No salgas en minifalda a la calle, te expones innecesariamente, después no te quejes.” “Las chicas educadas no hablan de sexo con hombres”. “Para qué quieres ganar más, si tu marido gana bien”. Marché con los días que vienen, con el futuro de mi hija, de mi hijo. Con un país que se libera. Con la energía de miles y las lágrimas de varias.
Marché por mis ganas de trabajar. Por alimentar mi inspiración. Mi carrera está anclada en varios ejes de inspiración. Desde mi posición de Estratega de Marcas, cada mañana me levanto a enfrentar un nuevo reto. Cada una de las marcas me impulsa a aprender, investigar, descubrir. Parte del proceso de trabajo tiene que ver con conocer e interpretar los sentimientos de los demás, así que puedo decir sin temor a equivocarme, que las mejores estrategias que conozco no salen detrás de un escritorio, sino de la gente en la calle, con ganas de compartir experiencias. Me seduce la creatividad, el descubrir que el mundo está lleno de impactos y estímulos que hacen trabajar mi mente. Cuando me enfrento a un problema sin solución, me quita el sueño. Buscar la respuesta es casi un objetivo personal. Cada proyecto es una nueva misión que cumplir. Y desde mi rol de CEO, el día de la Mujer me recuerda lo importante que es el rol femenino en el mundo profesional y lo desarticulada que ha estado la figura de la mujer de la historia de la humanidad hasta hace no mucho.
Cada día en la oficina es una nueva marcha. Marcharé con el mismo impulso, con las mismas ganas. Porque tengo muy claro que cuando amas tu trabajo de la manera en que yo lo amo, automáticamente deja de ser un trabajo.